miércoles, diciembre 24

Cuento de Navidad

Era la noche antes de Navidad y ninguna criatura permanecía despierta debido al sueño que dan las digestiones pesadas. Ningún ser se movía hasta que de repente me pareció oír un ruido en el tejado. Salté de la cama como un relámpago y subí las escaleras tan rápido como me permitían las piernas. Y efectivamente allí estaba su figura se recortaba en rojo contra la luz de la luna e hizo restallar el látigo a la vez que gritaba:

-Ahora, Gruñón, Mudito, vamos Tímido, Feliz, arriba, Perezoso, Dormilón y tu también Mocoso. JE, JE, JE, cof, cof, cof.

El tío Albert se había vuelto a emborrachar como una cuba y estaba en la buhardilla sobre la caja de los trastos viejos del abuelo fustigando la cabeza de ciervo disecada que allí se guardaba mientras vociferaba los nombres de los siete enanitos porque nunca se había aprendido los de los putos renos.

-A la puta cama-rugí furioso-. Todas las jodidas navidades la misma canción, no vuelves a tocar el brugal con cola, he dicho.

Y así se cumplió el ritual navideño de los Smith un año más.

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